En el artículo sobre el nombre de España ya vimos como san Isidoro ( o Isidoro de Sevilla), en el prólogo de su Historia de los Godos (Historia de regibus Gothorum, vandalorum et suevorum), prólogo que se conoce con el nombre de De laude Spaniae (alabanza de España), ya emplea el nombre de «Spania» como algo más que un topónimo, dándole un significado de síntesis, de unidad común, que estará en la base de toda la reestructuración medieval cristiana de los reinos peninsulares, de lo que hablamos a continuación.
Cuando los huidos del avance musulmán se refugian en los montes asturianos, su única aspiración es la supervivencia, pero en cuanto Alfonso I consolida un reino cristiano, cuida mucho de buscar legitimidad en la continuación del reino visigodo. Únicamente continuidad de Derecho, porque, protegido por la cordillera Cantábrica, la continuidad de territorio que Suintila consiguió en toda la península es un sueño por entonces irrealizable. Un sueño irrealizable, sí, pero existe una idea clara de esa unión territorial que lleva a los asturianos a llamar España a lo que entonces eran zonas dominadas por los invasores musulmanes, es decir, al resto de la península, aunque jamás llamen a sus moradores «hispani«. Tanto en las crónicas peninsulares como en las extrapeninsulares (como la «Crónica de Moissac«), los «hispani» son siempre cristianos.
La cosa cambia cuando Alfonso II se atreve a saltar la barrera montañosa en cabalgadas ocasionales que van asegurando la expansión, y se consolida cuando Alfonso III traslada la capital desde Oviedo a León. En el reinado de éste último aparecen las primera de las crónicas que utilizan de forma global el término España: la Crónica Albeldense (o Códice Vigiliano), del año 881, en la que se reproduce el párrafo inicial del De laude Spaniae, y en la que el concepto de reconquista está implícito en las alusiones a la restauración del reino de los godos (restauratio regnum gothorum), poniendo ya en boca de Pelayo que se trabajaba «[…] die noctuque pro Hispania salus» («día y noche por la salvación de España»).
Lo mismo expresa la crónica mozárabe de 754, aunque, como corresponde a cristianos que viven bajo el dominio musulmán, la referencia tiene forma de lamento por la perdida de España, lo que quizá da más fuerza a ese carácter global y unitario del término. Lo mismo expresará el «Chronicon mundi«, crónica del Tudense (Lucas de Tuy) en la segunda mitad del siglo XII.
Poco después de la muerte de Alfonso III (910), las dos versiones de la Crónica de Alfonso III, la del códice de Oviedo (o crónica Sebastianense, hacia el año 1000) y la del códice de Roda (o crónica Rotense, hacia el año 990), insisten en la Hispania salus y en la restauratio regnum gothorum y hablan de Alfonso III como el rey que entró en España («… in Spania intravit») y que ha de reinar en toda España («[…] in omni Spania regnaturus«). Y ese sentido unitario y casi patriótico llena plenamente otra crónica contemporánea a la de Alfonso, la Crónica profética.
En los siglo XI y XII, el hombre medieval no entiende el territorio como una extensión meramente física, independiente de las personas que lo habitan. Y ello es así incluso cuando, como vimos en la Crónica de Moissac, es la opinión de un extrapeninsular la que se expresa, como lo hace el trovador occitano Peire Vidal, que cuando dice «Mout es bona terr’Espanha» se refiere a la península y a sus reyes, sus caballeros y sus gentes, en tanto que moradores en común de ese territorio al que llama España y al que, por entonces, estaba unida Provenza.
Alfonso VI, al conquistar Toledo, se intitula «Totius Hispaniae imperator«, y dice que tendrá preeminencia sobre todas las demás naciones de España («supra omnes Hispaniae nationes«). He aquí dos conceptos que integrarán la concepción que de España tendrán los españoles medievales: diversidad (omnes nationes) dentro de la unidad (Hispaniae). Será una dualidad constante hasta los Reyes Católicos. Todos los monarcas de los respectivos reinos se considerarán parte de un todo global que se llama España, y se sentirán orgullosos de ello, como dice el cronista catalán Ramón Muntaner, refiriéndose a la ayuda que prestó Alfonso X de Castilla a Pedro III de Aragón contra las tropas francesas: «[…] sin duda él decía la verdad, pues si estos cuatro reyes de España que él nombró, y que son una misma carne y una misma sangre, se mantuvieran juntos, poco temieran ni valoraran todo el demás poder de este mundo».
Pero en nuestra Edad Media no hay nadie que, como el emperador Alfonso VII de Castilla y León (1026-1157), hiciera uso del nombre de España de un modo más directo, más constante, más territorialmente total, y más lleno de contenido histórico. Sus razones tenía, porque a su coronación asistieron el rey de Navarra, los condes de Barcelona, Toulouse y Gascuña, e incluso Zafadola (Sayf al Dawla), rey musulmán de Zaragoza.
Esa dimensión territorial unitaria hará que las aspiraciones de todos los reyes peninsulares sean, permanentemente, enlazar matrimonial o políticamente con los demás reinos peninsulares para integrarse en un todo. El uso del término España es unívoco en lo que se llamó la España de los cinco reinos: Castilla, León, Aragón, Navarra y Portugal.
Durante el reinado de Alfonso VIII (1158-1214) ubicamos una crónica que será esencial para la historia de España y para la idea común: «De rebus Hispaniae» (también conocida como «Cronicón de las cosas sucedidas en España», o «Historia gótica», o «Crónica del Toledano») del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, que dedica todo un capítulo al elogio de España. Esta crónica, que acaba con los sucesos de 1243, será utilizada por todos los cronistas de los demás reinos hispanos, tanto por su contenido como por la rigurosidad de su autor, porque Jiménez de Rada actúa como un historiador moderno, comprobando y comparando sus fuentes, utilizando los documentos e incluso recurriendo a fuentes árabes.
Esta Crónica del Toledano fue, a su vez, la principal fuente para la Estoria de España de Alfonso X, y recoge lo que ya era un tópico historiográfico: la unidad moral de España. Tanto es así, que el monje y cronista catalán Pere Ribera de Perpinya llama a su obra «Crónicas de Mestre Rodrigo de Toledo» (o «Crónica d’Espanya«), y en ella dedica todo un capítulo a tratar de «com entre les altres partides e provincies del mon sia Spanya en Nobleida de moltes riqueses o de gran nobleses…»
La obra de Jiménez de Rada también influyó en la crónica de otro catalán, Bernat Desclot, conocida simplemente como Crónica, o como Libre del rei en Pere d’Aragó e dels seus anteccesors passats, en la que pone en boca de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y rey consorte de Aragón: «Yo soy un conde de España que tiene como nombre conde de Barcelona» y también «Los caballeros de España, de la tierra de Cataluña». O cuando, hablando con el emperador de Alemania, se define como «un caballero de España»
En Navarra, es el obispo de Bayona, Fray García de Euguí el que escribe en su Crónica General de España, cuyo tema una historia general de España, un elogio a «Espanna… la tierra que Dios bendijo». Lo mismo hacen el aragonés Fernández de Heredia, en obra del mismo título, y el también aragonés Gualberto Fabricio de Vagad, cronista de los reyes de Aragón (Crónica de los reyes de Aragón), que añade una «h» al nombre y habla de «nuestra Hespaña» y de «nuestros hespañoles», además de hacerlo de las «excelencias de Hespaña»
En Castilla, tras la magna obra de Alfonso X, también encontramos, a finales del siglo XIII, la Crónica de los veinte reyes, que retoma el carácter territorial del término España (cuando habla de Fernando III, que «sacó a España del poder de los moros» o de Alfonso VI que, tras conquistar Toledo, «diose a llamar emperador de España») pero también el carácter personal, en un ejemplo de la habitual transposición del elogio de la tierra al de la comunidad humana poseedora de aquella en un ámbito común, cuando al hablar de calamidades y desgracias dice que «vino la yra de dios en España» o bien «la tierra de España sofriendo grand cuyta de fambre por la pestilencia de la sequedat», o cuando cita la interpelación de un conde castellano a Almanzor: «non queras tu destryr a España». Es claro que el territorio no sufre por hambre ni puede ser destruido.
En el siglo XIV, en Castilla la llamada Crónica de 1344, tanto en su versión portuguesa como en la castellana, utiliza con una frecuencia inusitada el nombre de España, tanto para las descripciones físicas (ríos, montes, zonas, etc) como políticas (el país en su globalidad). Por ejemplo, hablando de Don Rodrigo, dice «e vedes que vos hizo Dios que fuesedes señor d’España», o hablando de los fugitivos musulmanes dice que «los puso todos fuera de España, salvo aquellos que fuyeron e se acogieron a las sierras de las Esturias». Sin embargo, otra crónica algo contemporánea, aunque posterior a 1350, utiliza escasamente el término, y cuando lo hace casi siempre lo emplea en plural: las Españas.
Aún en este siglo, el almogávar y cronista catalán Ramón Muntaner, ya citado en párrafos anteriores, utiliza el término España como un lugar común en su Crónica cuando se queja de que el monasterio de Tolza, cerca de Montpellier, tenga abad francés: «… y por esto siempre tienen abad de aquella tierra, cosa que los señores de España harían muy bien en evitar…», o cuando en la coronación de Alfonso III dice que «él se hizo caballero y se puso la bendita corona, con la mayor solemnidad y fiesta que hubo en España en mucho tiempo». Aunque también se refiere a España como un lugar de honor, cuando comenta la llegada de Berenguer de Entenza (adalid de la Compañía Catalana de almogávares) a Constantinopla: «Al día siguiente de su llegada, el megaduque (Roger de Flor) fue al emperador y le dijo <<Señor, este ricohombre es uno de los más nobles hombres de España y uno de los mejores caballeros del mundo>>».
También en la Crónica de Pedro IV de Aragón el término España es de dimensión total, cuando habla, por ejemplo, de que «el rey benimerín pasó a España, el cual intentaba conquistar toda España».
Y ya en el siglo XV, la dimensión España cobra auténtico sentido unitario internacional, porque en los concilios de Constanza (1414) y Basilea (1431), que cierran el cisma de la iglesia de occidente, los asistentes son convocados por naciones, y la nación española estaba integrada por seis miembros, de ellos tres castellanos. Alonso de Cartagena, en el concilio de Basilea, en su “Laus hispaniae”, identificó Castilla con toda España, como había hecho Aragón en el de Constanza. Y esta concepción unitaria se encuentra también en las Crónicas del canciller Ayala, cuando establece similitudes entre España, Italia y Alemania.
De igual forma, uno de los manuscritos contenidos en la obra del cronista catalán Pere Tomich (muerto hacia 1481) Histories e conquestes dels reys d’Aragó e comtes de Catalunya se hace eco de la amplitud del término España, cuando comienza: «Esta es la taula del present libre lo qual es apellat les conquets despanya, en lo qual libre resita largementtots les actes fets per aquells gloriosos comtes…» Otro de sus libros lo titula Les Ystories de Espanya, todo lo cual demuestra que incluso en un texto que se ocupa preferentemente de Cataluña y de sus condes se consideraba propio llamarlo Historia de España.
Los cronistas portugueses se sienten también parte de España y denominan españoles a sus paisanos. Menéndez Pelayo cita como Camoens, ya en pleno sigloXVI, continúa haciendo lo mismo.
Así pues, toda nuestra Edad Media está impregnada de la concepción unitaria de España, y el término tiene valor real para todos los que en aquella época vivieron. Los documentos lo avalan, y el testimonio de sus gentes también. Negarlo es necedad.
Alfredo Vílchez
Como no podía ser menos, muy interesante
Un buen trabajo Alfredo. Una difícil síntesis resuelta con maestría que esclarece de manera clara y directa el nacimiento y uso de la palabra España. Gracias por tu labor y puesta a disposición de terceros.
Gracias, muy interesante.
Gran trabajo has realizado Alfredo. Mi enhorabuena. Me llena de satisfacción saber que quedan personas como tú en esta querida ESPAÑA (con mayúsculas, claro está).
Saludos.
P.D. tengo información completa a través de Raquel.
Un bello paseo por la historia y una información de gran valor. Gracias!